Si observamos el panorama general, la desesperación solamente está permitida durante un breve momento. Luego hay que volver al trabajo y continuar la lucha porque la esperanza es el vínculo más fuerte que comparte toda la humanidad, escribe Adeline Rochet.
A algunos ciudadanos franceses, el resultado de la primera vuelta de las elecciones anticipadas francesas les deja un sabor amargo. Como defensores del clima, supone una auténtica pesadilla. Sea cual sea el resultado final, y la composición definitiva del Parlamento, el clima y el medioambiente han estado ausentes de la campaña electoral.
¿Cómo podría ser de otro modo cuando la decisión de revocar al actual conjunto de diputados fue tan repentina, estando la figura de la extrema derecha más cerca del poder, que en ningún otro momento desde la Segunda Guerra Mundial?
El cambio climático no se detuvo durante el fin de semana. Las imágenes paralelas de una 'ola marrón' de extrema derecha apoderándose del mapa electoral francés, mientras torrentes de barro extendían el pánico por ciudades alpinas, en el norte de Italia, en Austria y en Suiza resultaban espeluznantes.
Cada día, el planeta se calienta un poco más, y perdemos un poco más de capital natural y de ecosistemas a causa de las actividades humanas incontroladas. La crisis medioambiental no da tregua mientras los ciudadanos esperan a que cierren los colegios electorales.
Un punto muerto podría provocar un estancamiento
Todavía hay varios escenarios sobre la mesa para Francia, pero ninguno es realmente reconfortante. Un Gobierno de extrema derecha es una grave amenaza para la democracia, la paz civil y la igualdad, y probablemente, causará daños al tejido social. Por eso, quién sabe dónde acabaría la espiral descendente.
Sin embargo, incluso un estancamiento entre tres partidos políticos impedirá una acción política significativa e impedirá arreglar los problemas que han llevado a Francia hasta esa situación, las causas del sufrimiento y las preocupaciones de los ciudadanos franceses.
En el mejor de los casos, retrasaría unos meses la inminente crisis del régimen. La política francesa no está diseñada para el compromiso y la coalición. El sistema, tal y como es ahora, se alimenta de enfrentamientos claros, y las posibilidades de abordar los fallos de la actual Constitución son cada día más escasas.
Ninguno de los posibles escenarios dará prioridad a la transición hacia una economía climáticamente neutra en carbono y respetuosa con la naturaleza, a pesar de los enormes beneficios que podría reportar, siempre que el Estado lo planifique, cree las condiciones necesarias para cumplir con sus objetivos, ponga dinero fiable sobre la mesa y genere confianza para que los inversores privados sigan en esa dirección.
Se trata de un problema para Francia, desde luego. Puede que el país no sea un emisor directo de gases de efecto invernadero tan grande, pero es, no obstante, la séptima potencia económica mundial, con enormes emisiones indirectas. De hecho, la población francesa consume de media, cada año, el doble de los recursos disponibles del país.
¿Se agravará la crisis francesa?
Poner fin a los actuales planes de inversiones sostenibles en Francia supondría la destrucción de decenas de miles de empleos, la pérdida de activos e infraestructuras que serán necesarios para los mercados del mañana, lo que significaría una recesión duradera, destruyendo un poco más el tejido social.
Además, enviaría un terrible mensaje al exterior: si Francia renuncia a intentar participar en la transición sostenible, ¿por qué iban a intentarlo sus aliados? El sentimiento actual de motivación colectiva en la 'carrera hacia la limpieza' se resentiría si Francia renunciara.
Para Europa, un desplome francés podría escalar a nivel supranacional, creando las condiciones para una minoría de bloqueo en el Consejo Europeo contra cualquier iniciativa de política verde y política social, amenazando el progreso que hemos observado en la última década.
Frenar ahora la transición sostenible es un riesgo financiero enorme, que ahonda las desigualdades, ya que los más vulnerables serán los que más sufran las consecuencias del cambio climático y de una transición mal planificada.
Es un panorama muy sombrío, pero debería llevar a la renuncia, puesto que cada décima de grado centígrado de aumento de la temperatura marca la diferencia, y cada especie que se extingue importa. La protección del clima y del medioambiente no puede dejarse en un segundo plano, a la espera de que surja una gobernanza más favorable.
La tentación de rendirse cuando el contexto se vuelve tan difícil es fuerte y comprensible, la salud mental puede estar en juego cuando la sensación de impotencia es tan fuerte.
Sin embargo, si se mira el panorama a lo grande, el planeta y la humanidad a lo grande, la desesperación solamente está permitida durante un breve momento. Luego hay que volver al trabajo y continuar la lucha, porque la esperanza es el vínculo más fuerte que comparte toda la humanidad.
Conviértase en el cambio que desea ver
Ahora más que nunca, los actores de la sociedad civil deben sentirse capacitados para seguir adelante y superar las dificultades de unos dirigentes políticos fracasados. Los ciudadanos, las ONG, los sindicatos, los académicos y los líderes empresariales pueden y deben dar un paso al frente para impulsar un cambio positivo desde la base.
La historia está llena de precedentes de movilizaciones populares exitosas. La caída del Muro de Berlín, las sufragistas y el fin del apartheid vinieron todos de la sociedad civil y de actores privados.
Igualmente importantes son los otros niveles de gobernanza en los que pueden apoyarse los agentes privados. El propio concepto de desarrollo sostenible fue reconocido por la ONU en los años setenta, y se sabe que las ciudades y las regiones están en primera línea para aplicar eficazmente la transformación verde a través de sus contrataciones e inversiones.
Para los defensores del clima y la sostenibilidad, un cambio global hacia un Gobierno autoritario será el amanecer de una nueva era, pero no hace falta tener el fatal sentimiento de que es el fin de todas nuestras esperanzas y movilizaciones, siempre que haya un esfuerzo colectivo por imaginar cómo debería ser la próxima estrategia a poner en práctica.
Hoy, el lema 'Sea usted el cambio que quiere ver en el mundo' suena más acertado que nunca antes.
Adeline Rochet es jefa de Programa en el Corporate Leader Group Europe del Cambridge Institute for Sustainability Leadership, CISL.
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