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Emma Corrin: "Hay mucha presión para las películas de Marvel, pero Deadpool y Lobezno llega en el momento correcto. Ryan Reynolds es un genio"

Con su papel de villana en Deadpool y Lobezno, la próxima gran película de Marvel, le actore ha dado un brusco giro a su carrera y se ha alejado del tipo de papeles que le hicieron famose.
Emma Corrin
Chaqueta MM6 Maison Margiela. Top con capucha Rabanne. Vaqueros vintage y calzado de Contemporary Wardrobe.

Cuando Emma Corrin llega a Hampstead Heath en una nublada mañana de primavera, el sol se deja ver por primera vez en días, como si hubiera decidido hacer su gran acto de aparición solo para elle. Aquí es donde le actore de 28 años pasa la mayoría de las mañanas, con un café en la mano y acompañade de su perro, Spencer (que no tiene ningún parentesco con Diana). “Está en el parque, puede que nos encontremos con él”, dice, mirando a través de la pradera hacia donde Spencer corre a sus anchas en la guardería canina.

Con sus sinuosas rutas y ondulantes colinas, este parque de Londres es uno de esos paraísos serenos donde cualquiera puede perderse. Lo que, para Corrin, no siempre es bueno. “Mi terapeuta me dice: ‘Tienes demasiado tiempo para pensar”, cuenta riendo. Ha tenido mucho que meditar. Desde que en 2020 fuera ungide como princesa Diana adolescente en The Crown, se ha mantenido ocupade a propósito. Al principio le llegaron otros dramas de época sobre mujeres atrapadas en matrimonios igualmente asfixiantes (Mi policía, El amante de Lady Chatterley), y después un sorprendente cambio de tercio en el personaje de la hacker detective a la que Corrin dio vida en la desapercibida miniserie Asesinato en el fin del mundo.

Este verano promete impulsar a Corrin a otra estratosfera de la fama con el mayor papel de su carrera hasta la fecha, en Deadpool y Lobezno. La tercera entrega de la chistosa y meta saga de superhéroes de Ryan Reynolds llega en un momento poco envidiable, en el que el Universo Cinematográfico de Marvel ha dejado de ser una máquina de imprimir dinero y la taquilla veraniega pide a gritos una inyección de adrenalina. Irónicamente, la película parece una de las apuestas más seguras del año. Quizá pueda resucitar algo más que al Lobezno de Hugh Jackman.

En Deadpool, Corrin se despoja de la imagen de mujeres encorsetadas que definieron sus primeros papeles y se mete en la inusual piel de Cassandra Nova. Solo el nombre provocará escalofríos en los ya iniciados en los cómics: Cassandra es una alienígena parasitaria con poderes telepáticos al estilo Charles Xavier, a quien podemos ver en el tráiler de Deadpool manipulando las extremidades de Lobezno como si fuera una marioneta. Pero cuando nos reunimos a finales de la primavera, Corrin se mantiene hermétique. Aún no se ha lanzado el tráiler completo ni se conoce la identidad de su personaje. Corrin es plenamente consciente de lo que sucede cuando un actor del UCM revela accidentalmente secretos cuidadosamente guardados. Mientras caminamos hacia una de las cafeterías favoritas de Corrin, reconoce que no puede confirmar el papel, por mucho que intente convencerle de que aun así lo desvele. La información está disponible si la buscas bien, ¿no? “Lo siento, no sería tan caute si no se tratara de Marvel”, se disculpa.

Al salir del Heath, un transeúnte cruza su mirada con Corrin y se ilumina al reconocerle antes de seguir su camino. Corrin le devuelve una sonrisa cortés. Da la sensación de que poco a poco se va asentando en una nueva forma de vida, en la que saluda a gente que no conoce y acepta que ser reconocide en cualquier momento es algo normal. Que, dentro de poco, los paseos por Hampstead Heath quizá no sean tan cómodos.

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Por ahora, sin embargo, Corrin se encuentra en un parón. Salvo un período de tres semanas para el rodaje de escenas adicionales de Deadpool y Lobezno, después de que la huelga del sindicado SAG-AFTRA del verano pasado obligara a suspender la producción, no ha tenido trabajo constante en casi un año. La pausa ha sido, en parte, una bendición: ha podido reunirse con amigos y familiares, leer más, ponerse al día con las películas de John Cassavetes y Wong Kar-wai… Todo este nuevo tiempo prestado le ha proporcionado el espacio necesario para recalibrar y revitalizarse —y para pensar más de la cuenta. “Desde que estoy sin hacer nada, me siento desequilibrade”, replica Corrin. “Siento como que todo es una mierda. Ni siquiera estoy haciendo lo que me gusta”.

Durante un tiempo, parecía que Corrin había encontrado ese equilibrio. Sus personajes más gratificantes son los que más se han alineado con elle misme. Darby, de Asesinato en el fin del mundo, fue uno de ellos, con su pelo color melocotón, su vestuario masculino y un rico mundo interior que encaja con la tendencia de Corrin a pensar demasiado las cosas. “Lo que realmente me gustó de ella es que es muy franca sobre el hecho de que no tiene las respuestas, lo que creo que es bastante inusual, y lo que [los creadores] Brit [Marling] y Zal [Batmanglij] de verdad querían hacer para marcar la diferencia respecto a otras mujeres detectives”, explica. La serie fue una de las víctimas olvidadas de la huelga. “Es una pena, porque a todo el mundo que la ha visto le ha gustado mucho”, añade. “Y además fue un trabajo realmente duro”. Pasaron seis meses rodando en Nueva York antes de trasladarse a Islandia —el escenario de la muerte que da título a la ficción, en el complejo de un millonario—, donde un confinamiento de covid alargó un rodaje de dos semanas a un mes.

Igual de reconfortante fue Orlando, la adaptación al West End londinense de la epopeya de Virginia Woolf, sobre un viajero en el tiempo que cambia de forma, y que Corrin representó con ovación unánime en 2022. “Lo echo mucho de menos”, confiesa Corrin. “No me había dado cuenta de lo gratificante que era hacerlo todos los días, cuando se trata de algo tan cercano. Algo que sientes increíblemente personal y celebratorio. El ambiente en el teatro al final del espectáculo era increíble. Sentía que de verdad hacíamos algo diferente contando esa historia de esa manera, en un espacio tan sanador de conexión inmediata. Es una auténtica celebración de la fluidez”.

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No siempre fue así. Inmediatamente después de The Crown, Corrin se preparó para nada más que personajes de época indistinguibles de Diana, y vio confirmados sus peores temores cuando llegaron las ofertas. “Estamos en una industria a la que le encanta encasillarte”, reflexiona mientras bebe de su taza de café. “Se toman las cosas al pie de la letra, y cuando aplicas eso a algo mucho más fundamental, profundo y lleno de matices como es el género…”, hace una pausa para suspirar resignade. “Es realmente difícil”.

Me cuenta que, de niñe, asistió a un internado solo para chicas, el último lugar en el que querría estar una persona que no se siente cómoda en el binarismo. Hay un período de tiempo, cuando eres joven, en el que eres tú mismo de forma completamente honesta. Para Corrin, esa persona era une zoólogue en ciernes, que compraba exclusivamente en la sección masculina de Gap y llevaba unos binoculares a todas partes. Y entonces llegó la vida real. Te vuelves consciente de tus diferencias y todo lo que te resultaba natural empieza a parecerte inadecuado. “Fui al baile y alguien pensó que era un chico y me sacó a bailar, y eso se convirtió en el gran chiste de mi clase”, recuerda Corrin. “Desde entonces empecé a mimetizarme. Me dejé el pelo largo y me puse falda”.

Cuando Corrin se declaró no binarie en 2021, el habitual proceso privado de autodescubrimiento se convirtió en un asunto abierto a los ojos del público, o como dice Corrin, en una “ida de olla”. En ese bucle instantáneo de retroalimentación, el deseo de la industria de etiquetar y categorizar definió la propia identidad que elle estaba aún intentando descifrar. “Te enfrentas a todo de una manera fresca y con mucha sinceridad”, dice. “Y luego te arrollan, después sales del armario y hablas con claridad sobre tu identidad y va la gente y te pasa por encima. Publican estúpidos titulares clickbait que te hacen sentir como una mierda y utilizan tu identidad como un arma en tu contra”. Ahora, dice Corrin, es más precavide y cuida de la persona que otros intentaron eliminar. “Es agradable pensar que ahora se está cuidando a ese niñe”.

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Es un momento peligroso para protagonizar una película de Marvel. Con un público claramente hastiado de los superhéroes, un estudio que estaba acostumbrado a los éxitos garantizados se enfrenta ahora a la posibilidad de un impacto mediocre. Sin embargo, fiel al espíritu outsider del mercenario, está casi garantizado que Deadpool y Lobezno desafiará todos los pronósticos: las predicciones de taquilla apuntan a una asombrosa recaudación 200 millones de dólares en la primera semana en cines. Aun así, Corrin no es ingenue y es consciente de la gloria menguante del UCM. “Hay mucha presión, pero creo que es la película correcta y que llega en el momento adecuado”, dice. “Porque estamos hablando de Deadpool, y Deadpool siempre ha roto moldes, ¿no? Por eso Ryan [Reynolds] es un genio”. Ante el creciente letargo del género, se decidió rodar la película con decorados construidos y prescindir de los engendros de pantalla verde tan dominantes en los últimos años. Era el “mayor y el mejor patio de recreo del mundo”, cuenta Corrin. “El género ha sido siempre una apuesta increíblemente segura, pero ahora no está pasando por su mejor momento y la gente viene y se lo carga de nuevo”.

Interpretar a una villana ya era de por sí emocionante. Para preparar su papel, estudió en profundidad a los antagonistas clásicos del cine, en concreto el oficial nazi de Christoph Waltz en Malditos bastardos y “uno de los mejores villanos de todos los tiempos”, el Willy Wonka de Gene Wilder. “La interpretación de Gene Wilder tiene algo de extravagante”, plantea Corrin. “Y es una energía similar a la de Christoph Waltz en Malditos bastardos porque lleva un uniforme para poder sentarse y beberse un vaso de leche y fingir que es una jodida hada madrina”.

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Corrin vive para ese tipo de retos. Para Nosferatu —el remake de Robert Eggers del clásico de terror de 1922 y película de vampiros germinal—, lo que debería haber sido una toma sin pretensiones de Corrin caminando por un pasillo se complicó al pedirle que hiciera las veces de único operador de iluminación. Al principio, mostró cautela. “Yo decía: ‘¿Me estás tomando el pelo? ¡No puedes cargarme con esta responsabilidad! No puedo, no estoy preparade”, recuerda. Con el cable de la lámpara pegado debajo de su bata, Corrin recuerda el baile coreografiado que tuvo que marcarse para colocar el brazo de tal forma que iluminara perfectamente el encuadre. “¿Ahora puedo ponerlo en mi currículum?”, bromea. “¿Me pondrán en los créditos de iluminación?”.

Había mucho a lo que acostumbrarse en Nosferatu. Famoso por su intensa labor de investigación, Eggers proporcionó a Corrin una “biblia” sobre toda la vida de su personaje. “Ahí estaba hasta la canción que bailaba cuando conoció a su marido”, dicen aún incrédule. Las escenas se ensayaban como si fuera una obra de teatro, y el cineasta, notoriamente perfeccionista, tenía planeado cada minuto de movimiento, como si fuera un títere manejando a los actores en su macabra casa de muñecas. Se ha hablado mucho de la fidelidad de Eggers a los diálogos de época, por alienantes que resulten para el público, pero a Corrin no le costó entenderlos. “Es divertido tratar un tema como el terror y estar constreñide por un lenguaje que no te suelta, en plan, ¿qué coño está pasando?”.

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Sentados en el patio exterior de la cafetería, la temperatura sube y nos vemos obligados a quitarnos los abrigos y las bufandas. Es una pena que Corrin no pueda disfrutar de este raro momento de calor durante mucho más tiempo. Reserva un Uber directamente para acudir a la siguiente reunión y parece que su descanso ha terminado definitivamente. La semana siguiente a nuestro encuentro, volará a la otra punta del mundo para rodar Peaches, una reinterpretación del clásico surrealista Daisies de la prometedora directora Jenny Suen. Es otro de los cambios radicales que Corrin ansiaba: la película traslada el escenario checo del original a Hong Kong y cuenta la historia de dos mejores amigas que van por ahí causando estragos haciendo una orgullosa peineta al patriarcado.

Le encantaría protagonizar una película de terror campy, pero más allá de eso, las aspiraciones de Corrin son una nebulosa impulsada por su instinto. “Sinceramente, en este momento, cuanto más raro, mejor”, dice. “Por eso me entusiasma hacer Peaches". También lleva trabajando desde 2019 en un guion junto a su amiga Avigail Tlalim (un proyecto que también planean codirigir). Corrin se encuentra actualmente en plena campaña de recaudación de fondos: —“¡Si alguien quiere financiar mi primer largometraje sería maravilloso!”—, un proceso arduo y hostil que le ha servido de aprendizaje. “Hay una especie de tranquilidad en ello”, reconoce. "Llevará el tiempo que lleve, y cuando ocurra será lo correcto”. Me pregunto si cree que este proyecto, cuyos detalles ha decidido mantener en secreto, es arriesgado.

“Sí y no”, responde. “En realidad no pienso que lo sea, pero creo que la gente que financia dirá: ‘Paso de hacer esto”. Una actitud que parece ser cada vez más habitual en la industria: la gente no saca la cartera por el arte, sino por la inversión más segura. “Es lo curioso de este trabajo”, añade Corrin. “La gente que firma los cheques está muy alejada de las cosas sobre las que realmente escribimos”.

Toda barrera, personal o profesional, parece basarse en esa exigencia de conformidad. “Independientemente de cómo te hable tu identidad, lo que llega más es la presión por encajar”, reflexiona Corrin. “Tardé un tiempo en que desapareciera y en sentirme independiente de verdad para decidir cómo quería presentarme”. Ahora se mueve a su propio ritmo. Elige los papeles más desafiantes y los que más le validan. Y si esos papeles no existen, elle los crea.

Chaqueta Prada. Calcetines Pantherella. Zapatillas adidas.


Este artículo se ha publicado originalmente en British GQ.

Estilismo: Sam Ranger
Peluquería: Daniel Martin
Maquillaje: Gina Kane de Caren usando productos ShiSeido
Manicura: Cherrie Snow de Snow Creatives usando productos Hermès